Que me gustan los videojuegos, es
algo que queda patente a las primeras de cambio, para quien me conoce. Entre
otros menesteres, referentes al ocio o cultura naturalmente.
De igual modo que nuestros padres
tenían la música como elemento contracultural respecto de sus padres, los
videojuegos son la base y cimiento de nuestra propia contracultura. No voy a
decir que la música no sigue perteneciendo a todas las generaciones con igual
forma o fuerza, pero del mismo modo que nuestros abuelos reprochaban a sus
hijos el escuchar a los “Beatles” o
los “Rolling”, nosotros hemos tenido
que soportar la misma rutina de reproche por estar dándole al Spectrum.
Y ahí es donde quiero llegar, la
búsqueda de tu lugar, de tu identidad, por medio de prácticas culturales ajenas
a “tus superiores”, con la imaginaria sensación de que algo te pertenece, que
es tuyo, de nadie más, y por ese simple hecho, le das valor a algo que tus
padres no entienden con la sensación ilusoria de que eso, te hace diferente.
Donde dice padres léase también cualquier “institución” que represente normas o
autoridad.
Te diferencia de la generación
que te precede y dices “tú es que no lo
entiendes”. Posiblemente, casi con total seguridad, que eso mismo nos
pasará. Cosas que nuestros hijos harán y que tú verás como una estupidez o
pérdida de tiempo.
La ilusión de ser diferente. La ilusión de odiar la sociedad.
Tiene gracia los declarados antisociales!. Esos que se creen
superiores a los demás por haber llegado a esa conclusión, por otra parte tan
compartida y poco original. Ya que no hacemos otra cosa en la vida que bucear en
lo social.
Si!! tu también amigo antisocial,
ya que esos libros que sólo tu pareces leer, esos grupos musicales que
sólo tu pareces percibir su calidad, ese director independiente que hace esas
películas que te gustan, ese ingeniero que ha hecho posible tu móvil u
ordenador, ese cantante, deportista,
actor o intelectual que admiras…perdón por desilusionarte, pero no son entes divinas,
son personas, humanos como tu y como yo, y estamos todos en el mismo saco de
eso que se forma de su conjunto y llamamos sociedad.
Si bien es cierto, que no todos
con los mismos gustos, y por norma general, estos ficticios antisociales suelen
tener buen gusto en sus elecciones por lo menos…con abundantes excepciones.
¿Diferente?
Mi ilusión ficticia para ser
diferente fueron los videojuegos. Me
sentía parte de esa inmensa minoría durante los años 80. Años de prácticas en
los bares con sus recreativas, tuvo su recompensa una cálida mañana de mediados
de los 80. El Spectrum hacía acto de
presencia en el salón de mi casa y todo parecía cambiar a mejor desde entonces.
El complemento perfecto para un Gamer. Las monedas de cinco duros para las
“máquinas recreativas” los fines de semana, y las pagas semanales para cintas
de cassettes con los “programas” para el Zx entre semana. “Programas” si. Durante
un breve periodo de tiempo, los videojuegos en el ordenador de 48ks, no eran
juegos, eran “programas”. “Load “” enter” y a jugar…tras unos
20 o 30 minutos de carga, si la cosa iba bien.
Que juegos comprar, que juegos rechazar.
A medida que la producción de videojuegos aumentaba, se hacía
necesaria una criba, una selección para no perder el tiempo con los tostones y
aprovechar al máximo las auténticas joyas jugables de la época. Pero ¿como
saber de antemano cual juego escoger sin una base o referencia, sin un
comentario escrito, sin un internet donde buscar información, para no errar el
tiro?
En un principio no quedaba otra
que el ensayo y error. Posteriormente, descubrías en el patio de recreo del
colegio, que otros seres pertenecían a tu tribu. Creo que los primeros análisis
sobre los diversos títulos los escuche precisamente en ese patio.
Buenos análisis sobre videojuegos, que se traducían en
testimonio físico, ya que si la verborrea te convencía de que aquel videojuego
era espectacular, al día siguiente tenías la cinta TDK de 90, con la copia del
mismo en tus manos. Lo mismo te correspondía hacer a ti. Grabar títulos para
tus compañeros, con lo que el tráfico de videojuegos funcionaba a las mil
maravillas. A los de la SGAE los hubiera dado cinco infartos…
Pero la cosa crecía a ojos vista,
de igual forma que crecía mi interés por esta disciplina. Descubrí que no solo
me gustaba jugar, si no también que disfrutaba en igual medida al leer,
informarme, comentar, hablar del tema con otros videojugadores, en definitiva
me gustaba la forma en que la cosa forjaba su propia historia. Obtener el
conocimiento y amasarlo en mi cabeza, programadores, compañías, directores
grafistas, dibujantes y como no: obra.
La obra de tal o cual gurú del juego, y con estas nuevas fronteras abiertas, el
patio del recreo ya se quedaba pequeño.
Y entonces llegó ella.
Empezaron a llegar publicaciones
a los quioscos. En un principio mis dineros fueron a parar mensualmente a MicroHobby, revista especializada en mi
computadora, el Zx Spectrum en todas sus variantes. Lo que ocurría con la
revista es que en un principio hablaban de todo lo referente al Spectrum. Es
decir, accesorios, programación noticias etc etc, los videojuegos eran una sección dentro de la
revista, sección que con el tiempo comenzó a extenderse pero que no era
suficiente para calmar o saciar mi inquietud por saber más sobre programas
jugables.
Hasta que Micromanía apareció en mi vida. “Sólo para adictos” rezaba en la
cabecera. Por fin una publicación dedicada 100%, por entero, a los videojuegos.
Recuerdo el lugar y la portada del primer número que cayó en mis manos, con esa
especie de Alien del juego Obliterator. Casi no podía abarcarla con los brazos,
ya que el tamaño que se gastaba, era descomunal. La idea, supongo, era la de
tener aspecto, por su tamaño, de periódico.
De esa forma, la publicación adquiría un aspecto serio, ilustre, que podía
mirar de tu a tu o compararse con publicaciones en papel “mayores” que ella, de
periódicos que se dedicaban a otros menesteres, política, deportes…Micromanía era el periódico de los
videojuegos y encima a color!.
Durante años la usé como
referente y fuente de noticias para adquirir conocimiento que posteriormente me
serviría a la hora de tomar decisiones en mis compras. Un referente con el que
no siempre tenías que compartir opinión, pero que era válido y útil a la hora
de decidirte por determinado título. Tenía una ventana a lo que me iba a
esperar en la producción jugona en los siguientes meses o años.
Claro que los ordenadores no
viven para siempre, y mi queridísimo Spectrum empezaba a quedarse corto para
los nuevos estrenos que iban apareciendo, amen de nuevas y mejores plataformas
para el ocio.
Con la Megadrive, Super Nintendo
y Gameboy en ristre, formando parte
de mi familia, la Micromanía no satisfacía mí recién y estrenada ambición por
saber de títulos para las consolas, ya
que si bien en la revista tenían sección consolera, no era suficiente. Algo
parecido a lo sucedido con MicroHobby
años atrás. De modo que por algún tiempo, fue la revista Hobby Consolas la que empezó a llenar mi estantería.
El boom de las consolas de 16
bits en nuestro país hizo que el panorama fuera muy favorable para el
nacimiento de más y más publicaciones para gloria de este servidor. De modo que
casi mis padres tuvieron que hacer una habitación anexa a la mia para guardar
números y números de: Nintendo Acción,
Super Juegos, Mega Sega, Mega Force y otras tantas de cuyo nombre no me
“puedo” acordar, incluso alguna que otra de publicación semanal o videorevistas,
una locura para mi bolsillo.
La cosa permaneció así durante
algún tiempo y parecía que así iba a permanecer por los siglos de los siglos. Cuando
me compre el primer PC, Micromanía regresó a mi hogar por navidad para formar de
nuevo, parte de la familia.
En esas andaba, alternando entre
miles y miles de revistas…
Y entonces llegó él.
Internet. Un nuevo escalón
evolutivo en cuanto a fuentes de información para los videojuegos. Prensa
digital que poco a poco iba desplazando a las vetustas publicaciones impresas.
Algunas revistas, llamadas físicas, continúan sobreviviendo, quizás gracias a
la vieja escuela, entre los que me incluyo, que de vez en cuando las adquieren,
para recordar tiempos que nos negamos a cerrar por completo por mucho que se
laureen las maravillas de los nuevos y futuros sistemas de lectura.
Meristation. No se si fue la primera en osar cruzar el umbral, como
primera publicación digital. Si no es la primera, desde luego si es la primera
que yo descubrí, leí y me sentí formar parte de su comunidad, que esa es otra,
hemos pasado de ser lectores a seres comunitarios.
Posteriormente otras llegaron,
incontables. Citaré una en especial a parte de la omnipresente Meri, por ser de
especial importancia para mí: Gameprotv.
Con las revistas online, la
actualización y puesta a punto de mi conocimiento como jugador quedaba saciado
casi al minuto. A decir verdad uno echa de menos una canalización de la
información, que sea un poco más pausada. Con más calma, degustando cada análisis
o cada estreno. De ahí el auge y nuevo futuro de la comunicación para los
videojuegos, que retorna un poco a otros conceptos de origen, otra forma de
acercarse a esto y a su historia: Los
Blogs.
Un nuevo escalón evolutivo.
Alguno de esos chicos que intercambiaba
cintas con juegos de Spectrum en el patio de recreo, y que leía Micromanía o
Meristation, son ahora autores y propietarios de sus propios espacios en
internet. De su propias páginas o blogs, de sus propias “editoriales”. La
información, como usuario, ha pasado de ser individual, en un rincón oscuro de
tu habitación, a colectiva, en el que todos tenemos algo que decir o aportar.
Antes nos referíamos a comunidad.
Y ese modelo es el que actualmente me llama la atención. La comunidad que me
permite tener mi rincón de opinión e interactuar con otros lugares o bloggers,
leyendo sus propuestas y comentando mis desacuerdos. Comunidad.
Hemos pasado de idolatrar a
ilustres redactores a serlo nosotros mismos. En la medida de lo posible y por
su puesto siguiendo el trabajo de aquellos redactores significativos, por
cierto que muchos de ellos con sus propios blogs igualmente.
Las redes sociales como poderoso aliado de este nuevo frente. Poco a
poco irá desbancando de forma natural a los grandes portales de información
donde no les quedará otra que renovarse o morir. Es un hecho reproducible,
hablando desde mi propia experiencia, mis lugares ya no están en los grandes
portales. De echo, revistas como la citada Meristation,
ha adquirido forma, que no fondo, en su última actualización, de este nuevo formato…bueno,
no tan nuevo.
Una colmena de información en la
que se comparten y rebaten opiniones. Donde la información discurre por cada
celda, con caótica armonía. Todos tenemos algo que decir o aportar. La
información nunca fue tan extensa y en muchos casos de tan tremenda calidad.
De espectadores, a partícipes de
todo.
La taberna de Baito.
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